translated by Kirmen Uribe and José María Isasi Urdangarín
This is the case of a book where I liked the opening paragraphs a hundred times more than the rest of it.
Según las creencias de los primeros vascos, quienes se enamoraban de las lamias, seres mitológicos de aspecto similar al de las sirenas, se convertían en delfines. Ese era el precio que debían pagar los amantes de las lamias por su atrevimiento: su transformación en una criatura marina de una apariencia opuesta a la humana, tan diferente como cabe imaginar e inmersa en un hábitat desconocido y alejado de la superficie terrestre. Un cambio radical que acontecía de la noche a la mañana, como el inicio de un viaje, quizá una odisea adversa, quizá una aventura favorable, en todo caso un viaje ajeno a cualquier rutina, como una expedición a un destino incierto. Lo que aguardaba a las personas reencarnadas en delfines nadie lo sabía, pero, fuera felicidad o melancolía, lo importante es que no había marcha atrás. El cambio era definitivo e irremediable.
Según me contó Nora, las lamias sabían comunicarse en su propio idioma. Naturalmente conocían el euskera, pero les gustaba inventarse palabras, convertir la lengua en un juego, como hacen los niños y niñas demasiado inteligentes cuando no encuentran en los diccionarios las palabras que reflejan lo que imaginan o lo que les sucede y crean su propio vocabulario. Así, llamaban izurdau («adelfinar») a enamorar a alguien; la definición de una metamorfosis — castigo o bendición — que convertía a hombres y mujeres en sus amantes marinos.
I read them and instantly got hooked. (Izurdau = adelfinar = “to dolphinise”, meaning “to fall in love with somebody”, how cool is that?) Upon reaching the end though, I felt disappointed, even deceived.
If the author confined himself to writing a novel about Rosika Schwimmer — that’s what he’s got a grant for! — that would be fine. If he wrote a book of short stories about his youth in the Basque Country, that would be fine too. Even describing his not-that-exciting but sometimes amusing adventures in New York would do. Making a mishmash of these things, however, or perhaps just commiting to paper a mishmash in his head, is not fine at all. Drawing parallels between Schwimmer and certain Kirmen Uribe... well... a bit ridiculous really. And nothing more was said about dolphins.
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